Viana en el Cronicón de Hauberto y en el Martirologio de San Gregorio

Título: Población eclesiástica de España y noticia de sus primeras honras, hallada en los escritos de S. Gregorio Obispo de Granada y en el chronicón de Hauberto, monge de San Benito
Autor:  Gregorio de Argaiz
Año: 1667 parte primera, 1668  parte segunda

  1. Tomo primero, parte primera
  2. Tomo primero, parte segunda



Población eclesiástica de España y noticia de sus primeras honras, hallada en los escritos de S. Gregorio Obispo de Granada y en el chronicon de Hauberto, monge de San Benito. 

Tomo primero, primera parte (1)



Catálogo de los mártires que padecieron en España en la sangrienta persecución de Diocleciano y Maximiano Augustos. Ordenado por San Gregorio, Obispo de Granada con la explicación de los lugares donde murieron.
Tomo primero, primera parte

VIANA DE NAVARRA. Pag. 8
10. Diana circa Cantabriam Sanctus Petrus, qui cum nop luisser sacrificare in ignem adiectus, as coelos euolauit.
10. En Diana, cerca de Cantabria fue muerto San Pedro, a quién por no haber querido sacrificar, echaron en el fuego, con que subió a gozar del Cielo. Por Cantabria no se entiende aquí la Provincia de los Cántabros, sino la Ciudad, que se llamaba Cantabria, y estuvo fundada en una eminencia junto a la de Logroño, que hoy conserva su nombre. Y por Diana entiende la Ciudad de Viana, una legua mas adelante al Oriente. Llamose Diana por un celebrado Templo que tuvo allí la Gentilidad, dedicado a esta Deidad fingida. De las casas de los Sacerdotes, y de otros, vino a formarse un pueblo, que fue creciendo en tal forma, que entrando San Pablo en España, predicó allí el Evangelio, de que ha conservado la tradición constantemente, señalando hoy por obra del tiempo de S. Pablo la Iglesia de S. Miguel, que persevera Ermita. De este modo ha corrido el origen de Viana. Este sigue Rodrigo Mendez en su Población de España. Por otro Templo dedicado a Diana, edificio de los Griegos, quieren otros Autores dar principio a la Villa de Denia en el Reyno, y Costa de Valencia: Pero he hallado en Hauberto es falso lo de Denia, y que se le dio el nombre por Galadiana, Reyna de España, consorte del Rey Tubal, que murió allá el año 2586 de la Creación y que le llamaron: Templum Dianium. Así recelo que a Diana, o Viana, a quien también llama Hauberto, Dianium, se le diese principio, y nombre por nuestra Reyna, antes que por una falsa, y autenediça Deidad, y potteada de Griegos. Remítome a lo que dijere en los Comentarios de su primera parte del Cronicon, el dicho año.
A este pueblo levantaron mucho los aumentos que tuvo en la Fé, y en la Religión Católica. El testimonio lo da la muerte de San Pedro, Ciudadano suyo, de quien no se ha tenido noticia entre los de Viana: pero quien sabrá si la Iglesia de San Pedro, que es la Parroquia mas antigua, dedicada al Apóstol, según la presente justicia, lo estuvo según la pasada a este Santo Mártir? ¿Y cómo deshizo el tiempo toda la población, y lo estuvo, hasta que los Reyes de Navarra la reedificaron, deshizo también, y escureció del todo la noticia del Sagrado Mártir? Y dado que aquí se engañe el discurso, quien no hará reparo en si la Iglesia del antiguo Monasterio de San Pedro de Torreviento, que fue del Orden de San Benito, está fuera de los muros de Viana al Occidente, se dedicó a la memoria dulce de este Santo, por devoción de sus Ciudadanos, y no a la de S. Pedro Apostol, viendo que ya lo estaba la primera? Porque haber dos dedicadas a uno, parece que era superfluo. Ayúdale el sitio de estar fuera de los muros, porque el castigo del fuego de ordinario se executaba en tales partes, y no dentro, como también el degüello de los Santos Mártires. Todos es echarme a  divinar: Todo ver si por estas conjeturas puede rastrearse alguna luz de S.Pedro Martir en Viana, por despertar, y sacar con estos golpes alguna centella, que de los principios para mayor luz, y noticia suya.
Fue levantada en Ciudad Viana por los mesmos Vascones el año de 568. Dicelo Hauberto: Dianium Vicum circa Cantabriam erectum est in Ciutate a Vasconibus. No reconocian entonces a los Reyes Godos, como ellos gozaban de libertad, podían darles tales privilegios. Florenció en esta nueva Ciudad reinando Leovigildo una santa viuda, llamada Santimonia, de quien da noticia Hauberto, como de lo pasado. Ann Domini 585. Dianae in Cantabrioa floret S.Santimonia viuda.
Corriendo en alas de la fama por estos mesmos tiempos la Religion de San Benito en España, por la santidad de sus primeros Discipulos, y multiplicandose en fabricas de Monasterios, se dio principio en Viana a uno de Monjas, donde se criaron santísimas esposas de Christo. Del nombre del Fundador no ay memoria: pero ay bastante fundamento para creer, que fue obra de uno de los Discipulos del Santo Patriarca, y de los que envió para el convento de Cardeña: dice de ellos el Hispalense Hauberto, que antes que el de San Pedro de Cardeña se dispusiera de modo que pudiese vivir en él, se esparcieron los Monjes por las Montañas de Burgo, y Navarra, y edificaron muchisimos.
Oigámosle el año 537. Eodem anno Sanctus Benedictus missit duodecim discipulos ad Hispanias. Qui priusqua preapraretur Karadigmnse alia plurima Monasteria adificantin Cantabrio in Vasconia. De estas palabras puede creerse (y yo lo sospecho) que fue uno de los Conventos, que se levantaron, el de S. Pedro de Torreviento en la Ciudad de Viana, porque tiene en su favor el hallarse en los años de seiscientos sesenta y uno, que había Monjas en Viana, y que murio entonces en ella Santa Anatoquia. Anathoquia Virgo Deodeuota obijt Diana prope Cantabriam. Esto nuestro Moge. De cuyas permisas queda la consecuencia legitima, para sospechar que el dicho San Pedor de Torreviento, fue fábrica de los discípulos de San Benito, para Monjas, o Monjes; fuese dedicado al Santo Apóstol; fuese dedicado a San Pedro Mártir, natural de Viana.
Acabose todo con la entrada de los Moros: y es creíble  que unos, y otros fuero pasados a cuchillo por ellos, o que huyeron a mas seguras partes, quedando la Ciudad por el suelo, hasta que los Reyes de Navarra la restauraron, y anexaron el destruido Convento al de Santa María la Real de Nájera: sino es que deba su restauración a Ciudadanos principales de la Ciudad, como yo lo sospecho, viendo que fueron en el sepultados el Obispo de Calahorra D. Miguel, o Martín, y su hermana, o madre Doña Oria, que sin duda fueron naturales de aquella Ciudad, y Patrones de San Pedro.
Perseveraron los Monjes en este Convento por los años 1341 como parece por papeles del Archivo de Nájera.

Población eclesiástica de España y noticia de sus primeras honras, continuada en los escritos y chronicón de Hauberto, monje de San Benito. 
Tomo primero, segunda parte (2)

CHRONICON DE HAUBERTO, MONGE DE SAN BENITO
Anno CCCLXXI (371). Pag. 277
1. Bargota in Vasconibus circa Cantabriam Ciutatem floret Anadisclus Diacunus, vir doctus y prudens.
1. En Bargota, lugar de Navarra, cerca de la ciudad de Cantabria, florecia Andisclo,  diácono, varón docto y prudente. Es pueblo muy conocido a la vista del camino real de Viana para la ciudad de Estella, y como Viana era entonces pequeña población, como veremos al año de 568, y Estella no estaba edificada, por ello dice que estaba cerca de Cantabria, por ser la mas vecina ciudad, aunque esté a tres leguas. De este pueblo tomo nombre el insigne nigromante Ioanes de Bargota; que habiendo mas de ciento y viente años que murio, vive en la memoria de todos en Castilla, Navarra y Rey de Toledo. Hace de él memoria don Fray Antonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo, en la carta que escribe al Condestable de Castilla.

Anno DLXVIII  (568). Pag. 414
21. Dianum Vicum circa Cabtabriam erectum est in Ciuitate a Vasconibus.
21. El pequeño pueblo de Viana, cerca de la Ciudad de Cantabria , fue levantado por los Vascones, o Navarros. Volvió despues la dicha ciudad a ser villa en tiempos de los reyes antiguos de Navarra y al fina a vuelto a ser ciudad y lo es de presente por privilegio del rey don Felipe el Tercero de Navarra y Cuarto de Castilla.

Anno DLXXXIII (583). Pag.426
10. Dianij obijs Stephanus Yecurrensis Episcopus.
10. En la Ciudad de Viana murió Esteban Obispo de Yecora. Está el preferente pueblo a una legua de Viana a la raya de Navarra con Castilla, y hoy de poca vecindad. Escribí de este breve obispado en las adiciones.

Anno DLXXXV (585). Pag. 428
7. Dianae in Cantabria floret S. Santimonia vidua.
7.En Viana, cerca de Cantabria, florecía Santa Santimonia viuda

Anno DCLXI (661). Pag. 485
1. Anathoquia Virgo Deodeuota obijt Diana prope Cantabriam.
1. Murió en la ciudad de Viana, vecina de Cantabria, Anathoquia Virgen, monja de profesion. Esta es la primera memoria del convento de hubo de la Orden de San Benito en la ciudad de Viana, de quien se ha dicho el año 568. Por la presente parece que era de monjas, y ha sido de mi muy deseada, pues por ella vengo a conocer la antiguedad del monasterio de San Pedro de Torreviento, cuya hacienda, que es mucha, goza la abadía de Santa María la Real de Náxera de quien es anexo; por que no hay de otro, de quien se pueda sospechar hable nuestra Chronica. Estaba fuera de los muros de aquella ciudad en sitio muy apacible. Quedó con la entrada de los árabes, y con las adversidades y fortunas de los tiempos, y guerras, destruido y y despoblado de religiosas, que murieron o mártires o desterradas. Los siglos adelante fueron sus patrones personas principales de Viana, de ellos fuer don Miguel Garcia, Obispo de Calahorra, que se enterró en él con su hermana doña Oria. Sirvieronle monjes de  Santa María la Real de Nájera, después cesaron por estar los edificios tan deteriodados y tengo por cierto que fue fundado por los discípulo de San Benito que vinieron de Cardeña por lo dicho el año 537.

Historia crítica de los falsos cronicones. José Godoy Alcántara. 1868
[...]Abrió el nuevo ciclo de falsos cronicones un clérigo de Ibiza, llamado don Antonio de Nobis, nombre que cambió por el de Antonio de Lupian Zapata; hombre de exterior tosco, dado á investigar curiosidades, aficion que pudo ampliamente satisfacer durante el largo tiempo que tuvo á su cuidado el archivo de la metropolitana de Burgos, del que salió con prohibicion de volver á entrar, y en sus largas residencias en monasterios de benedictinos, falsificador por inclinacion, Higuera de decadencia, como lo podia producir aquella edad de senilidad literaria. Escribió historias de Castilla y Cataluña, de la iglesia de Burgos y de monasterios y santuarios; pero lo que presta relieve y carácter á su personalidad es haber sido autor de los supuestos cronicones de Hauberto y Walabonso Merio y del Martirologio de San Gregorio Bélico, sin otros muchos apócrifos que se le atribuyen. Los dos primeros son personajes fantásticos, cuya presentación y biografía se encargan ellos mismos de hacer. Hauberto fue un muzárabe de Sevilla, cuyos abuelos vinieron de Alemania con Carlomagno, que entró benedictino en el monasterio de Dumio, cerca de Braga, con otros dos hermanos, que también se distinguieron; don Alfonso el Magno le encargó la restauración del monasterio de Sahagun, y le envió de embajador á Sancho Abarca; viajó por Aragón y Cataluña, y murió mas que octogenrario en Burgos.

Comienza su cronicón en la creacion del mundo: en él resuelve várias cuestiones muy controvertidas por los expositores de los sagrados libros, como son, el mes y dia en que tuvo principio la creacion, cuánto tiempo estuvieron en gracia nuestros primeros padres, cuántos hijos tuvieron, cómo murió Cain, en qué años nacieron y murieron los patriarcas, y en qué dia se verificó la concepcion inmaculada de la Vírgen. Las soluciones de Hauberto son conformes á las sostenidas por la mayor y más respetable parte de santos padres y expositores. Confirma la venida [a la península] de Noé, de Osiris, de Hércules y de los Geriones, y añade la de la sibila Eritrea, madre de Tubal, y la de Abraham; Homero, de cuya visita á nuestro suelo ya habian dado noticia Ocampo y Garibay, era nacido de madre española, y escribió sus poemas en la Bética. Tubal, en el primer año de su estancia en España, fundó á Calahorra, Oca, Tarragona, Amaya, Elinia, Segeda, Sasamon, Aera, Olot y otras muchas ciudades; siendo pocas las que no deben su orígen a él ó á los reyes de su dinastía. Su hijo y sucesor dió nombre al Ebro, y otros descendientes suyos al Tajo, Bétis y Segre; etimologías que no chocaban en la necesidad de encontrar á estos nombres alguna, y porque se ignoraba que los de los rios suelen ser sinónimos de corriente en la lengua de los antiguos pobladores de sus riberas, ó significacion de alguna calidad de sus aguas. Nuevas tan interesantes para la generacion de aquel siglo, como la existencia del monacato en España diez y ocho antes de Cristo, y el ódio que en todo tiempo sintieron los españoles por el judaismo, amenizan el descarnado relato del monje dumiense, que trae á sepultar en esta tierra dos cabezas ilustres, la de Moisés y la de Pompeyo; que asegura á Huesca de Aragon en la posesion de la universidad de Scrtorio, y que descubre á las ciudades poetas, oradores y hombres insignes de que tenian perdida la memoria.

Detiénese la primera parte del cronicón de Hauberto en el nacimiento de Cristo, que coloca en el año 4000 de la creacion. Hasta aquí ha seguido á Yamon, Mello y Cecilio, historiadores nacionales, que no olvidan nada de cuanto podia interesar á los del siglo xvn; que guardan completa y precisa la cronología de nuestros reyes desde Tubal, y que nos sacan vencedores de los romanos muchas más veces que Tito Livio. En adelante toma por guías á Dextro, Máximo y Luitprando, y el cronicón cambia de carácter. La historia política deja enteramente el lugar á la religiosa, y esta segunda parte, diez veces más extensa que la primera, se convierte en uu perdurable y monótono obituario de mártires, prelados, monjes y monjas, siniestramente interrumpido por noticias de guerras, desolaciones, crímenes públicos y privados, plagas, aparecimientos de monstruos, recien nacidos que hablan, conjuros que se oyen en los aires, y signos tremebundos que se distinguen en el cielo. Cosas tan nuevas como que en el año 43 comenzó á haber mártires en las ciudades de España; que Prisciliano murió de enfermedad vermicular en Avila, arrepentido de sus errores; que en 418 ya se tañia la campana de Velilla; que la Virgen del Pilar batalló contra los arrianos; que el tirano Flavio Juan, que disputó el imperio á Valentiniano, acabó en fraile carmelita; que los papas Simplicio y Bonifacio IV fueron españoles, y la confirmacion del culto de la cruz entre los cántabros antes de la era cristiana, debian conciliar al cronicón la simpatía de los espiritus curiosos, así como la de los devotos del mártir Hermenegildo los nuevos triunfos que descubria de la virtud de este príncipe.

Higuera hizo expiar en la horca á la reina Gosuinda su crímen de herejía y sacrilegio; Lupian, mejor inspirado de las ideas de su tiempo, la lleva á la hoguera; así el suplicio clásico de la herética pravedad mejoraba su ejecutoria, extendiendo su raíz á la monarquía goda y teniendo por objeto de su primer ensayo una testa coronada.

Merece naturalmente á Hauberto especial predileccion la órden de San Benito; el cronicón toma frecuentemente el carácter de una historia de este instituto. Su autor abusa de la cogulla benedictina, empeñándose en revestirla, no sólo á personajes ilustres que nunca la llevaron, como san Isidoro, mostrándose en esto más benedictino que el mismo Yépes, sino á todo el episcopado, y por último, á toda la Iglesia española.

Lupian, como balear, es partidario de la primacía de Tarragona, y la sostiene en esta pretension, si bien esforzándose por conciliarla. Él levanta la voz contra un abuso general entonces y de mucho antes en la Iglesia: las coadjutorías. En España, como en todos los países en que la Iglesia es rica, los beneficios y prebendas, así como las encomiendas de las órdenes militares, se habian convertido en dotaciones aristocráticas ó en pensiones de favor, que los titulares disfrutaban donde les con venia, haciéndose representar en su puesto por un coadjutor mezquinamente retribuido. Muchas iglesias habian venido á ser de este modo patrimonio de familias. Tal estado de cosas, contra el cual habia clamado en balde don Pedro de Castro, nuestro tan conocido arzobispo de Granada, debia sublevar el ánimo de Lupian, contra quien tan esquiva se mostraba la fortuna, y no es extraño que por boca de Hauberto haga que condenen tal abuso los obispos del siglo v, época en que ciertamente era de todo punto inverosímil que ocurriera.
Dan color local á este cronicón las sequías que periódicamente en él afligen á España, ademas de la famosa en que se simboliza el terror que dejan en la memoria de los pueblos estas calamidades, harto frecuentes en dilatadas zonas de nuestro territorio; pero Hauberto reduce la duracion de la gran seca á la mitad del tiempo que le señalan Ocampo y otros; sea trece años, en lugar de veinte y seis.

Incluyó Hauberto en la segunda parte de su cronicón un catálogo de los mártires que padecieron en España en la persecucion de Diocleciano y Maximiano, ordenado por san Gregorio Bético. Comprende este martirologio ciento noventa designaciones de santos, contando por una las que abrazan varios de que no se citan los nombres, de los cuales hay ciento cuarenta y uno de que no se tenía noticia antes de que este documento apareciera. Distribuyelos todos en ciento cuarenta y dos poblaciones, teatros de sus martirios, y de ellas pasan de veinte las que no se encuentran en los geógrafos antiguos. Tuvo por objeto este catálogo rectificar la leccion de nombres geográficos, resolver cuestiones sobre pertenencias de santos, como la de san Antonino de Palencia, y dotar de ciudadanos bienaventurados á pueblos que de ellos carecian, ó aumentar el número de los que ya tenian; tarea predilecta é interminable en los autores de los falsos cronicones, hasta cierto punto justificada por un dicho de san Isidoro propalado por Ambrosio de Morales, á saber: <<que la Providencia dió á cada provincia sus santos propios, que más de veras fuesen sus patronos, y llamados por los de aquella tierra, tuviesen más cuenta con favorecerlos delante de Dios. >> Los pueblos acogian con avidez los pormenores y noticias que les suministraban los cronicones acerca de sus santos conocidos y familiares; pero respecto de los nuevos, casi todos portadores de nombres enrevesados, no sentian más que una pasajera curiosidad, y ni nombraban con ellos á sus hijos, ni solian, sino raras veces, otorgarles el honor de altar ó capilla.

Ademas del cronicón, formó Hauberto episcopologios de las iglesias de España, á partir de Santiago. Noventa y cuatro son las sedes á que cuenta los obispos que las ocuparon, ademas de doscientas diez y ocho diferentes, cuyos prelados va diseminando en el discurso del cronicón. Ya deja advertido en éste que en todas las ciudades de España habia obispo; afirmacion para que le habia dado pié una cláusula de los Adversarios de Julian Perez. Lleva la mira el forjador de estos episcopologios de establecer que en tal época ó desde tal tiempo hubo catedrales en los puntos á que quiere conceder este honor, de consignar la antigüedad de tal órden ó monasterio, haciendo salir para obispos monjes de una ó de otro, así como la de las dignidades eclesiásticas , y la de la vida monacal de los cabildos.

Otro monje dumiense, discípulo de Hauberto, Walabonso Merio, cuyo primer nombre, llevado en efecto por monjes de aquella edad, quieren que sea sinónimo de Ildefonso, tomó á su cargo la continuacion del cronicón desde el año 919, en que aquél suspende la narracion, hasta el de 974, en que un monje, llamado Juan, viene á añadir cinco cláusulas para dar cuenta en una como en epitafio de la muerte y persona de Walabonso1. Tal continuacion es una interrupcion arbitraria del autor, porque ni áun se ha tomado el trabajo de variar en algo que revele distinta mano la manera de narrar seguida en el cronicón. Walabonso acredita la historia de los siete infantes de Lara, y toma principalmente por guía para los sucesos políticos á Sampiro y don Rodrigo. Su novedad más notable es la aparicion de san Millan en la batalla de Santistéban de Gormaz, caballero en un blanco corcel, como Santiago en la de Clavijo. No pudiendo tener, á causa de sus frecuentes disidencias, patrono comun leoneses y castellanos, adoptaron estos últimos por suyo aquel santo abad, tan popular en la Rioja y Castilla, y al que pagaban voto, como en aquel otro reino á Santiago.

Salió Hauberto al mundo llamándose Huberto hispaniense, monje de San Dionís de París. Parecióle luego mejor á Lupian denominarlo Hauberto, concretar su patria á Hispalis y acortar su emigracion destinándole á Dumio, y así le dejó correr. El mismo repartia las copias y expedia cláusulas certificadas , como notario apostólico, sacadas del original, de que se decia poseedor, y que mostraba con satisfaccion, presentando como tal un códice gótico encuadernado en tablas forradas de piel descolorida, que habia sustraido del archivo de la catedral de Burgos de entre los que donó el obispo don Pablo Santamaría, cuyo volumen contenia los cronicones de Eusebio y de sus continuadores, habiéndole pegado en el lomo un tejuelo que decia Fragmenta Hauberti.

Pronto encontró Hauberto un Bivar en el padre fray Gregorio de Argaiz, monje benedictino, amigo de Lupian, escritor fecundísimo, que se declaró su campeon y se dedicó á ilustrarle con un formidable comentario. Desencadenados contra el flamante cronicón los vientos de la crítica, costóle larga lucha á Argaiz poderle sacar á luz. Algun tiempo corrió la voz de que le habia enviado á Roma para que en ella se publicara con altas aprobaciones; pero no fué verdad, segun averiguó don Nicolas Antonio, que allí residia. Logró al fin Argaiz publicar el Hauberto traducido y comentado en 1667, año que vió morir á Lupian Zapata en su silla de paborde de la catedral de Ibiza, dignidad que acababa de obtener. Imprimióse con el título de Poblacion eclesiástica de España y va á la cabeza el Martirologio de san Gregorio Bético, desglosado del cronicón, por respeto á ser autor más antiguo que el de éste. Argaiz, en sus comentarios, discute el texto, lo impugna, reconviene al autor, le señala contradicciones, le abruma de citas, de conjeturas, de autoridades; pero acaba por descubrir alguna razon que anula las suyas, y deja airoso el dicho de Hauberto; manejo sumamente cómico, que se repite con frecuencia. Ademas su genio, puerilmente curioso, le lleva á henchir de cosas extrañas y maravillosas sus escritos, literatura precursora del ente dilucidado.[...] 

Fuentes: