Autor: José de Moret
Fecha: 1674 - 1766
Impreso: Eusebio López, Tolosa, 1890
Fuente: Internet Archive
Tomo 1 y 2
Tomo I. Libro VIII. Cap. II. Sección II
Sancho II conquista las tierras desde Los Arcos hasta el Ebro.
10. Como las naves engolfándose toman más viento y navegan más veloces; parece que las armas del Rey, tomando nuevo aliento con los sucesos pasados, comenzaron a tener más veloz la carrera. Y vencido aquel pernicioso tropiezo, que embarazaba, se entró el Rey poderosamente por las comarcas finítimas, que abrigaba aquella fuerza, recobrando de los moros las tierras perdidas en las guerras pasadas, de Los Arcos, Sansol, Torres y pueblos de las comarcas de Viana. De algunos de los cuales, fundidos en uno, se formó después aquella ciudad, hasta tocar con el curso de las armas en el Ebro y el collado, que a su orilla se levanta y llaman Cantabria. En que parece hubo fortaleza en lo antiguo; y se ven hoy en día manifiestos indicios de ella en la parte septentrional del aquel cerro, que más de cerca mira a la ciudad de Logroño.Tomo 2. Libro XIV. Cap. II. Sección VI.
Año 1067. Batalla de los tres Sanchos en el Campo de la Verdad, o Batalla de Valdegón
33. Movidos de estas razones, resolvieron los Reyes buscar al rey D. Sancho de Castilla y venir con él a la prueba última. Había ya D. Sancho pasado el Ebro por más arriba, cebado con la prosperidad de los sucesos, y creyendo se le cedía el señorío de la campaña. Y tenia su real en la comarca de donde se fundó después la ciudad de Viana: ocasión para el yerro de algunos escritores, que dijeron se había echado con su campo sobre ella para combatirle. Pero, en hecho de verdad, no se fundó Viana hasta el reinado de D. Sancho el Fuerte, como se verá al año de Jesucristo 1219, que es el de su fundación. Dista el sitio de Viana tres leguas de Mendavia. Y en el espacio intermedio se dilata una erran llanura que llaman el Campo de la Verdad] porque de muy antiguo estaba destinado para los combates de nobles que venían de diversas tierras a combatir armados al uso antiguo de España en los rieptos, y apurar por el hierro la verdad de sus agravios: como si la destreza o la dicha pudieran ser argumento de la verdad y justificación de las armas.34. En esta gran llanura, habiéndose movido los campos, buscándose de una y otra parte, se dieron vista los Reyes ¡¡Agradable espectáculo a la Morisma el ver afrontados a tres reyes Sanchos, nietos dé D. Sancho el Mayor, para despedazarse con las fuerzas casi todas de la cristiandad de España, olvidados de que hubiese moros en ella!! ¡¡Y dejándoselos banquetear más deliciosamente a la vista de sus estragos, haciendo mesas de su regocijo de las tumbas de sus cadáveres!! De ninguna parte se dilató el venir a batalla: de la de D. Sancho de Castilla, por la fogosidad natural y avilantez de los prósperos principios: de la de los Reyes coligados, determinación tomada de no aumentársela con la detención, después de haber aprestado el ejército. Y puestas en ordenanzas las tropas, y dada la señal de arremeter, se embistieron los ejércitos con grandísimo coraje y ardimiento, encendiendo a todos igualmente, aunque muy desemejantes causas: a los castellanos, la necesidad de vencer, estando tan adentro de tierra enemiga: a los navarros, el dolor y coraje de verlos tan dentro de ella: a los aragoneses, la ansia de mostrar que sus socorros habían tenido mucha parte en la victoria; y a todos, la emulación nacional y la presencia de sus Reyes que, discurriendo por los escuadrones, alentaban a todos con las voces, y reforzaban las batallas, metiendo nuevos socorros donde los pedía la necesidad.35. Duró no poco tiempo en peso la batalla sin inclinar la victoria. Pero los navarros, con quienes puede mucho la emulación, no solo en junta de naciones diversas, sino entre sí mismos, y con el encono mayor de sus agravios, hicieron un esfuerzo grande por la parte donde peleaba D. Sancho de Castilla: en tanto grado, que descompuesta la vanguardia, se peleaba ya muy adentro. Y D. Sancho, queriendo reparar el daño, le aumentó con el riesgo de su persona. Porque cargándole con fuerza, le derribaron del caballo, y corrió gran riesgo de ser muerto o preso a no haber sido socorrido de los suyos, a mucha costa de los que por librarle perecieron. Y con el clamor alegre del suceso y voces vagas, que le aumentan sobre la verdad en casos semejantes, los aragoneses con nuevo vigor cargaron al enemigo por su parte, de suerte que ya por todas se declaró la victoria. Y D. Sancho, viendo no era posible detener el curso de ella, saltando en un caballo (aquella historia de S. Juan de la Peña y los escritores aragoneses dicen que sin silla ni freno), temiendo quizá ser alcanzado en los esguazos, pocos y peligrosos de Ebro, escapó arrebatadamente de la batalla, dejando en los reales y en poder de los enemigos cuando había robado desde los montes de Oca al Ebro, y al ejército castellano, sin abrigo de plaza cercana a donde retirarse con algún orden, y con necesidad de atravesar el Ebro en la fuga. Con que, seguido por la llanura, quedó del todo destrozado y deshecho por la temeridad y orgullo juvenil, de quien imaginándose invencible, le metió con poca providencia en aquel riesgo. De esta victoria había una memoria en la villa de los Arcos, que dista como dos leguas del campo de esta batalla, y era privilegio del rey D. Sancho García, haciendo merced a los vecinos de aquella villa por lo bien que se portaron en la batalla, y absolviéndolos de portazgos. Pero cuando reconocimos aquel archivo, ya se había sustraído, no solo éste y otros privilegios, sino también un inventario exacto de ellos, hecho por Juan Sáenz de Orbiso, Notario del numero de la villa; y solo duraba en la memoria de varios que vieron el inventario, y en él esta memoria; y en un traslado que de ella y algunas otras sacó de inventario un vecino noble y hombre exacto, aunque con la era de ésta, algo perturbada.
Tomo 3. Libro XVII. |
Tomo 3
Tomo 3. Libro XVII. Cap. V. Sección III.
Año 1120. Batalla campal en el Campo de la Verdad
Tomo 3. Libro XVII. Cap. VIII. Sección III.8. Lo que más ciertamente pertenece a este año es un acto que descubre las costumbres duras y de hierro de aquel siglo, que remitía a él la justicia en las dudas y pleitos de los pueblos sobre términos concejiles; y se refiere en el becerro de Santa María de Irache. Yfué; que entre la villa de Mendavia que mandaba el Señor D. García Lópiz de Ejaberri y los de Villamezquina y Legarda, que debían de componer una como barrios y la mandaba el señor D. García Lópíz de Lodosa, se encendió una gran contienda sobre los términos: y en rin, con voluntad de los Gobernadores dichos convinieron los Concejos se redujese el caso a batalla campal de dos, que combatiesen cada uno por su pueblo y quedase el término contencioso por el Concejo del que con voz y nombre de él saliese vencedor: y que eligieron por Mendavia a Sancho Garcés, yerno de Gómez de Cascalla, y por Legarda y Villamezquína á. Sancho Munioz: y fueron ambos a Lizagorría; a jurar las leyes del duelo. Parece que por aquellos tiempos había en Lizagorría, barrio ahora de Viana, alguna imagen de gran veneración ante la cual con mala entendida devoción se juraban los duelos: y que de hay le quedó a aquel campo el nombre célebre de Campo de la Verdad con que se nombra hoy día. Y que el día siguiente, habiendo salido los combatientes armados a la estacada a vista de los Concejos, sobrevino el conde D. Sancho de Pamplona, de cuya descendencia real ya se ha hablado, y aunque en los instrumentos próximamente anteriores no se hace mención de él, por éste se ve vivía todavía, y siempre con la misma autoridad: y ahora la interpuso con gran fuerza con otros señores que venían con él para que cesase el combate y se conviniesen sin él, alegando las inciertísimas sentencias que se disciernen por hierro. Y movidos de su autoridad y buen oficio, los Concejos clamaron uniformes que el camino que había traído el conde D. Sancho fuese el lindero que dividiese los términos. Y así se estableció lo fuese a perpétuo la carrera pública y camino de Mendavia a Estellaa. Y porque Irache estaba interesado en lo de Legarda por las donaciones del rey D. Sancho de Peñalén se tomó en su archivo la razón de este acto.
Año 1132. Repoblación de Cantabria
Tomo 3. Libro XVIII. Cap. VIII. Sección I.18. El año siguiente 1132 hallamos al Rey disponiendo población en el cerro que llaman Cantabria, sobre el río Ebro, entre las ciudades de Logroño y Viana. Vese esto en dos instrumentos suyos de este año. Uno, de la Iglesia de Calahorra. Por el cual dona el Rey a D. Fortuño Aznaréz de Medina, que dominaba en Tarazona, Filera, Santa Olalla y Peña, por sus muchos servicios para él y su posteridad la torre de Almudébar, en Calahorra, con todos sus términos. Y dice da la carta en la era 1170, en el mes de Marzo, en aquella población de Cantabria. Dice reinaba en Aragón, Pamplona, Cerezo, S. Esteban, Sobrarbe y Ribagorza. Hace mención de los Obispos; Arnaldo Dodón, en Jaca yHuesca, Pedro Guillermo, en Barbastro y Roda; García Majones, en Zaragoza, Miguel, en Tarazona y Soria: Sancho, en Irunia; y otro Sancho, en Calahorra y Nájera. De los señores y con alguna novedad; D. Pedro Tizón, en Cervera, Monteagudo y Estella; D. Cajal, en Nájera, Daroca y Viguera; D. Iñigo Jiménez, en Calatayud. y Tafalla; D. Fortuno López, en Milagro y Soria; el Conde de Pórtico, en Corella y Tudela; D. Centullo, Vizconde, llamándole hijo de D, Gastón, en Uncastillo y Zaragoza; D. Lope Garcés, en Alagón y Epila, y el ya nombrado y a quien se hace la donación, D. Fortuno Aznárez, en Filera, Santa Olalla, Peña y Tarazona.
Año 1148. Pezolas en el término de Viana
3. Y también es de éste un trueque por el cual el obispo D. Lope con voluntad del prior D. Bernardo y todo el Capítulo de Pamplona, da a un caballero por nombre D. Calvet todo el heredamiento de Pezolas en término hoy de Viana, que se fundó después, exceptuando la iglesia y décima que se debía a Santa María y al hospital de Roncesvalles, y recibe de él los heredamientos que tenía en Gundulaín. Reinando dice, el Rey D. García en Pamplona. Tudela, Álava y Vizcaya: y dominando el conde D. Ladrón, en Aibar, en Legún y Guipúzcoa, y D. Pedro Atarés, en Elesues, que es Villafranca: y el señorío allí de este caballero y nombre antiguo de aquel pueblo quedan varias veces advertidos.Tomo 4
Tomo 4. Libro XIX Cap. IV. Sección VI.
Año 1219. Fundación de Viana por Sancho el Fuerte
34.
i É® ^*^^ castellanos y lugares cercanos á la frontera tuvo
1219 -^4 g Iparticular cuidado el Rey de agregarlos al patrimonio
Real con permutas semejantes ó compras por la mayor seguridad de la frontera, que se defendía mejor así. Y esta misma atención le motivó al Rey la fundación de una nueva y muy in- signe población en la frontera de su reino, y es la de Viana, juntando
en ella varias aldeas de su contonor, de que duran vestigios de las
iglesias; y los nombres de los pueblos en los términos que se llaman
hoy, como solían en lo antiguo los pueblos Y no pocos años después
de la fundación que pertenece al año presente 1219 duraba en los instrumentos públicos elegirse y nombrarse los jurados de su gobier- no cada cual con el nombre del Consejo antiguo que representaba y
en cuya memoria se elegía. Los pueblos distintos que ahora se fundieron en uno con el nombre de Viana eran: Longar, Tidón, Prezuelas, Cuevas, Piedrafita, Soto, Cornava que parece el antiguo Curnonio de Ptolemeo y Goraño: y también Bargota, que aunque no pare- ce se despobló, quedó anumerada á Viana y como barrio suyo. De
donde resultó quedar Viana con muy dilatados términos y por la mayor parte de muy grande fertilidad. Y si la disposición del terreno admitiera con más. abundancia el beneficio del riesgo, sin duda aún
En es-mucho mayor. Eligió el Rey para planta de la nueva población un codeMene^^^^^ dc muy igual llanura en la cumbre y con pendiente por la parte
porcier-de Oriente, Mediodía 3' Occidente, desde donde despeja con recreo
*Aiesón'mucha y muy agradable campaña. Sola la entrada por Septentrión es
que deijj^j^a aunque embaraza la vista por allí una cercana montaña.
muy SO" '
, ^ * tiguo 35 Dió el Rey á los nuevos pobladores, como lo dice en su fuero,
ya*pue-de suelo suyo doce estadios de largo y tres en ancho, (cada estadio
nombre^^ medida de ciento y veinte y cinco pasos ) Y para llamar muchos
de via-pobladores les dió fuero muy favorable y de muchas y muysingula-
°que res inmunidades, que fuera largo de contar. Entre ellas en las franquegl^°\\za. de todos sus términos libremente y sin reconocimiento alguno,
garon Solo á los que fabricaren molino en el Ebro pone cinco sueldos de
máa.'^^'reconocimiento al Rey, y esto solo por el primer año. Y aún de este exime á los que los fabricaren en heredades ó huertos suyos. Adsuélvelos de pagar lezta en todo su Reino: y en los juicios de fuero de
batalla, hierro ardiendo ó agua cálida. Y quiere que la averiguación
sea por testigos y á falta de ellos por juramentos, y que estos hayan
de ser á la puerta de la iglesia de San Félix: que el alcalde haya de ser
hijo de la misma villa. En cuanto al derecho de las calonias, que el que fuere hallado haciendo algún daño en heredad ajena, siesdedia,
pague cinco sueldos; si de noche, diez libras. Y que de uno y otro sea la mitad para el rico hombre, que tuviere en honor á Viana, y la otra mitad para el príncipe ó señor de la tierra Que el fiador no esté
obligado á responder hasta después de medio año. A los clérigos al?-
REY D, SANCHO EL FUERTE I97
suelve de todas cargas, en especial de las de la guerra: y quiere que
solo velen en salmos, himnos y oraciones y gocen de toda franqueza.
Lo cual dice hace por amor de Dios y por las almas de los reyes sus
padres, y quiere no salgan á hueste sino ú sola batalla campal. Así
habla. Y es denotar que para ella á todos alcanzaban la obligación.
36 Fortalecióla el Rey de muy firmes muros y torres, de que
duran vestigios de gran fortaleza, como previera habia de cargar mucho la guerra allí después de perdida la Rioja y previniera en Viana una muralla firme de la frontera. No le engañó al Rey ni el recelo ni
la esperanza. Porque en ella como en roca firme contrapuesta ú las borrascas han golpeado con frecuencia las olas de la guerra y rebatídose felizmente por el grande esfuerzo y suma lealtad de los de Viana, que merecieron el insigne y
público testimonio que de su valor y
fidelidad dieron los Estados del Reino juntos en Cortes en carta que
escribieron á la reina Doña Blanca, viuda recientemente del rey D.
Enrique y tutora de su hija Doña Juana, de que se hablará á su tiempo: y délos honores, con que en continuación de sus grandes servi- cios á la Corona la decoraron los reyes posteriores, erigiéndola á ca- beza de principado de los primogénitos herederos del Reino con títu- lo de ciudad y muchas franquezas y privilegios.
37 Tres cartas de este fuero, y al parecer todas originales, que se debieron de multipHcar para la seguridad de conservarse, se hallan en el archivo de Viana: una en latín, dos en el romance, que comenzaba á usar, todas del mismo contenido, y todas con el signo de la águila, y diciendo el Rey: Corroboro y confirmo esla carta de fuero con este mi signo de la efigie de la águila En lo cual parece dio á
entender comenzaba ya á introducirse algún tanto el nuevo de las cadenas. Porque sino bastaba decir la firmaba con su signo acostumbrado; pues era tan supuesto y conocido en veinte y cinco años de
reinado. Es fechada en Tudela en el mes de Abril de la era MGGLVII.
Y después de su reinado se nota era obispo de Pamplona D. Guillermo, y de los señores con honores del Rey y títulos de señores;
D. Juan Pérez de Baztán, teniendo Laguardia; D. Juan de Bidaurre,
la Puente de la Reina; D, Martín Iñíguez, á Buradón; D. García xMartínez, S. Juan del Pie del Puerto; D. Pedro Martínez de Subiza, á Cáseda; D. Jimeno de Rada, á Santa MARÍA de Ujué; D. Lope Ortiz
de Arce, á Burgui; D. Pedro Guillen de Castellón, á Andosilla;
D. García Jiménez de Huárriz, á Eslaba;D. Pedro Jiménez de Huárriz,
á Almayar (es Maya); D. Guillen de Mendoza, á Mendigorría; D. García de Oriz, á Caparroso; D Lope de Oriz, á Miranda; D. Diego Alvarez, á S. Vicente; D, Pedro Jordán, á S. Martín de Uns; D. Fortuno
Aznárez, á Alesues (es Villafranca); García Arceiz dejaniz, á Labraza; D. Sancho Fernández de Montagudo, á Gallur; D. Pedro Jiménez
de Olleta, á Peralta; D. Martín López de Novar, á Santacara; D. Pedro Cristóbal, Canciller.
Tomo 5
Tomo 6
Tomo 7
Tomo 8
Tomo 9
Tomo 10
Tomo 11
Tomo 12
Los Anales del Reyno de Navara - Gran Enciclopedia de Navarra