Una página de guerra civil, 1875

Título: Lettre d'Espagne. Une Page de guerre civile.
Autor: Aguilar
Publicación: Le XIXe Siècle. Journal republicain Conservateur
Fecha: 23 junio 1875



Carta desde España. Una página de la guerra civil.
Logroño, 17 de junio de 1875.

Por primera vez en tres años los habitantes de Navarra asistieron a una auténtica suspensión de armas. Todo el territorio de Viana y el camino real entre esta villa y Logroño fueron declarados neutrales mediante convenio firmado por los comisionados delegados en nombre de los generales Torcuato Mendiri y Genaro de Quesada. Como la mayoría de extranjeros de paso por la capital riojana, aproveché estas ventajas y me subí a un coche partiendo hacia Viana.

El viaje fue bastante corto, gracias al paso muy rápido de nuestras mulas, y bajé a un pueblo encaramado en una colina que dominaba todo el país. Apenas había desmontado cuando vi a cinco oficiales con brillantes uniformes y una singular gorra en la cabeza. Cualquiera que haya visitado los Pirineos puede imaginarse la boina vasca; sólo hay que imaginarla mucho más grande y colocada con afectación en la oreja para hacernos una idea de los jóvenes cabecillas que me encontré al bajar del coche. Examiné con curiosidad estos ejemplares de carlistas y, mirando a la multitud, vi más de cincuenta soldados cuyas boinas indicaban las mismas simpatías políticas. No sé qué ganas de ver llegar a los soldados de don Alfonso XII se apoderaron de nosotros, y fuimos a visitar una gran iglesia que había frente a la Casa Consistorial. Habíamos caído de Caribdis a Escila y estábamos entre varios centenares de carlistas que escuchaban con fervor una misa cantada celebrada en honor de su liberación. Nos miraron con buena voluntad llena de caridad cristiana, pero nos pareció más prudente avanzar entre la multitud hacia la entrada del pueblo.

¡Qué multitud! Los soldados carlistas bromeaban con las bellas mujeres navarras, y los oficiales de don Carlos conducían a encantadoras señoritas para mostrarles a los prisioneros. Estos jóvenes oficiales de don Carlos eran casi todos tipos altos y apuestos, vestidos de uniforme, que aún no habían experimentado ni el polvo de los caminos ni las lluvias tormentosas tan frecuentes en Navarra. Hablaban muy alto y sus sables resonaban sobre los sucios adoquines de Viana, mientras la población los miraba con admiración. Algunos de estos defensores del derecho divino llevaban capas y galones que demostraban, de forma incontestable, que habían sido oficiales españoles antes de ser carlistas. Cuando una cara ligeramente extraña pasaba entre la multitud, la charla se detenía y todos miraban al intruso.

Era raro que no se escuchara la palabra “guiris”; esta palabra, en boca de un carlista, puede tomar cualquier significado que se desee; ¡Pero en general sólo se aplica a los malditos liberales! Sobre las nueve, la multitud empezó a avanzar hacia el camino de Logroño. Dudé cuando un joven oficial carlista me dijo con el más puro acento parisino: “Sería mejor que fuera en dirección al cementerio. » No tardé en entablar una larga conversación con el joven cabecilla, que lucía tres galones dorados y la boina navarra. Nos mostró una deferencia muy particular, y sólo se separó de nosotros en el momento en que la columna alfonsina apareció en el camino de Logroño.

El motivo lo entendí después, porque estábamos rodeados de un centenar de oficiales carlistas, muchos curas de Estella, una multitud poco amable con los extranjeros y los liberales. Varios oficiales carlistas no dejaron nunca de intervenir de esta manera para evitar a sus anfitriones las molestias de un fanatismo sin igual. He visto pasar a los hijos de muchos cabecillas. El hijo de Mendiri y el hijo de Ollo nunca dejaron de acompañar a los oficiales alfonsinos, y el soldado carlista mostraba especial deferencia hacia sus líderes. Hemos reconocido a muchos de los hombres más notables del carlismo. El Marqués de Valdespina, con las insignias de su sordera, pues no se inmutaba ante un disparo de cañón, caminaba muy cerca del señor marqués de Villadariad, nombre bastante conocido en nuestros bulevares. Un poco más adelante vimos oficiales de todas las armas y los carlistas habían decidido convencernos de que tenían artilleros, porque seguramente los uniformes de algunos ejemplares de este cuerpo nunca habían sido usados ​​antes del 16 de junio de 1875.

Sobre las diez, la multitud empezó a avanzar hacia la carretera de Logroño. Acababa de aparecer la columna de “Guiris”, y la multitud retrocedió para dejar pasar a una decena de jinetes, que sólo se detuvieron frente a la casa donde los esperaban los comisarios carlistas. El coronel alfonsino siguió al joven Mendiri y su conferencia duró más de una hora. Se acordó que el intercambio de prisioneros se realizaría frente al cementerio de Viana. Un pelotón de jinetes carlistas partió a trote rápido para despejar los límites de la llanura. Entonces vimos un espectáculo muy curioso. Las tropas liberales llegaron a desplegarse en fila a un lado de un vasto campo. Los oficiales de don Alfonso XII galoparon hacia el centro del prado, donde se detuvieron frente a una mesa flanqueada por seis sillas.

Aproximadamente en el mismo momento llegaron quinientos soldados carlistas a paso gimnástico y se desplegaron, mientras la banda del 6º de Navarra tocaba una jota aragonesa. Inmóviles como estatuas, los oficiales alfonsinos esperaron todo el tiempo a que el coronel carlista nos demostrara la perfecta disciplina de sus soldados. Tres oficiales carlistas se separaron de su línea y fueron a saludar a los delegados con espadas desenvainadas en la mano. Desmontamos y durante cuatro largas horas se discutió el intercambio y se verificaron las condiciones y las listas.

A un pintor le hubiera gustado reproducir este extraño cuadro. Sin duda habría puesto al fondo de su lienzo el cerro y el pueblo de Viana con una multitud de campesinos contemplando los dos pequeños ejércitos.

Él lo habría hecho mejor que yo con esta multitud de campesinos que pesadamente se negaban a mantener el alineamiento que les imponían los jinetes carlistas. Entre la multitud pudimos ver los numerosos uniformes de los soldados de don Carlos, y grupos de oficiales deambulando por las líneas de ambos campamentos. Cuatro compañías de la 1ª y 6ª de Navarra se desplegaron en un lateral de la plaza, frente a 400 jóvenes soldados de la reserva de Ronda. Las lanzas del 1º de Navarra se desplegaron frente a los húsares de Pavía.

Lo que quizás habría escandalizado a cualquier ejército que este del país fue el espectáculo de los oficiales carlistas y alfonsinos caminando en la más perfecta armonía. Se contaba que habían estado juntos en la escuela militar y hablaban de Madrid o de mil recuerdos compartidos. Por lo tanto, en estos grupos había oficiales carlistas que habían desertado de sus regimientos en el ejército nacional. En la plaza de honor se encontraban algunas jóvenes y esposas de oficiales, que bromeaban con los jóvenes cabecillas.

Podemos decir que todo iba muy bien hasta que aparecieron los presos de Estella. Entonces ocurrió un extraño fenómeno: los grupos se dispersaron, los oficiales carlistas recuperaron sus caballos y los pocos jefes alfonsinos se acercaron a sus soldados. Los rostros se volvieron tristes y fríos. ¿Por qué?

Seiscientos setenta y seis soldados y catorce oficiales desfilaron lentamente para posicionarse detrás de las compañías de la reserva de Ronda.

Vi algunas escenas muy tristes en las guerras franco-prusianas, pero nada más repugnante que el desfile de los prisioneros liberales. Los oficiales estaban en un estado lamentable, pero los soldados nos sorprendieron mas. Los primeros en desfilar fueron los carabinieros apresados ​​por Perula en Calahorra, en agosto de 1874. Luego pasaron los prisioneros de Lacar.

Es difícil hacerse una idea de estos rostros dañados y de estas ropas andrajosas. Nos preguntamos si estos hombres podrían haber sido soldados del segundo cuerpo. Por delante de ellos, alegres y robustos, pasaban los prisioneros carlistas, a quienes las autoridades militares incluso habían regalado ropa nueva. Resulta casi difícil creer que los navarros se atrevieran a insultar a sus desafortunados prisioneros. Don Carlos cometió un gran error al permitir que los fanáticos de Estella insultaran a los prisioneros liberales. Por la actitud avergonzada de los oficiales carlistas se pudo comprobar lo incómodos que se sentían ante estos prisioneros que aceleraban el paso para alcanzar más rápidamente la línea liberal. Tan pronto como se alinearon frente a los soldados de reserva, los prisioneros se arrancaron las gorras y las mantas y las hicieron pedazos.

Los soldados los ayudaron, y estos pobres desgraciados parecían alegrarse cuando destruyeron las insignias de su doloroso cautiverio.

Las formalidades del intercambio no se completaron hasta las seis de la tarde, por lo que muchos liberales se preguntaron si los carlistas habían intentado obligar a los liberales a llevar a sus prisioneros a Logroño después del atardecer. De hecho, los oficiales del rey Alfonso XII no pudieron llegar al puente de Logroño antes de las siete y media de la tarde. La entrada no fue menos brillante a pesar del retraso y ayer por la tarde los prisioneros fueron aplaudidos. Los habitantes de Logroño les dieron muchas muestras de simpatía, y los oficiales ofrecieron un banquete a los jefes que tanto tiempo habían estado prisioneros del enemigo.

Los carlistas concedieron gran importancia a este intercambio de prisioneros, y varios oficiales de la facción dijeron ayer en Viana que se consideraban auténticos beligerantes. El ministerio del Sr.
Cánovas del Castillo creyó necesario ceder a las súplicas de los padres de estos prisioneros; pero los intercambios de Cataluña, el centro y Viana se llevaron a cabo con formalidades y concesiones que permitieron a los carlistas afirmar más que nunca sus pretensiones como beligerantes. Señalaban a todo el mundo los términos de sus acuerdos de intercambio y los procedimientos que debían utilizar los generales alfonsinos. Sin embargo, olvidan señalar que los generales Quesada y Martínez Campos tuvieron que hacer concesiones en este terreno para salvar a los prisioneros de una muerte casi segura.

El intercambio terminó satisfactoriamente para ambas partes y los seiscientos setenta prisioneros fueron devueltos a sus familias. Hubo escenas muy conmovedoras en las calles de Viana, así como en las calles de Logroño. Cuando dejamos de lado los odios religiosos y las pasiones partidistas para contemplar estas humildes emociones de los campesinos navarros pobres o de los liberales abrazando en su pecho al niño que pensaban que nunca volverían a ver, no podemos evitar maldecir la guerra civil. Contemplé algunas escenas extrañas y conmovedoras al mismo tiempo. En lo más profundo de la naturaleza humana existen estos impulsos y estas devociones que hacían vacilar a los viejos soldados más endurecidos. Ayer vi a una vieja campesina que había venido del fondo de las Amescoas, y cuando pasaron los prisioneros, ella lloraba en silencio al costado del camino. Preguntó dónde estaba su único hijo y el delegado carlista no se atrevió a decirle que frente al nombre, en su hoja, estaba la palabra: muerto. Esta madre tuvo que regresar sola a su pueblo, allá arriba en las montañas. También vi en Logroño a un viejo oficial que venía corriendo de Extremadura para ver a su hijo que llevaba once meses ausente y encarcelado. El viejo soldado abrazó a este muchacho alto de diecinueve años, y de repente el instinto de la sangre le hizo lanzar una terrible exclamación al oír la tos hueca y siniestra del joven subteniente: “¡Niño! ¡Cómo estás tosiendo! » Su hijo regresó de las cárceles de Estella con dolores en el pecho. Estos son espectáculos que causan más daño que las batallas de la guerra civil y, sin embargo, la raza española está tan dotada de descuido que los prisioneros y sus familias apenas parecen sentir resentimiento contra sus carceleros en Estrella.

Todos estos prisioneros partieron para un largo permiso y la opinión general es que se reanudarán las hostilidades. El general Quesada telegrafió a los oficiales del Estado Mayor con la orden de regresar a Tafalla lo antes posible. Las tropas alfonsinas se retirarán a las orillas del Ebro, tras haber dejado guarniciones en los fuertes de Carrascal y Monte Esquinza.

Se supone que se producirá un choque antes de ocho días y parece muy oportuno para destruir las malas influencias de los intercambios de prisioneros y, especialmente, los efectos de una inacción prolongada.

AGUILAR.

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Lettre d'Espagne.
Une Page de guerre civile.
Logrono, 17 juin 1875.


Pour la première fois depuis trois ans les habitants de la Navarre ont assisté à une véritable suspension d'armes. Tout le territoire de Viana et la route royale entre ce village et Logrono ont été déclarés neutres en vertu d'une convention signée par les commissaires délégués au nom des généraux Torcuato Mendiri et Gennaro Quesada. Comme la plupart des étrangers de passage dans la capitale de la Rioja, j'ai profité de ces avantages et je suis monté dans un voiture qui partait pour Viana.

Le voyage fut assez court, grâce à l'allure très-vive de nos mulets, et je descendis dans un village perché sur une colline qui dominait tout le pays. A peine avais-je mis pied à terre que j'aperçus cinq officiers avec de brillants uniformes et un singulier bonnet sur la tête. Tous ceux qui ont visité les Pyrénées peuvent se figurer le béret basque ; seulement il faut se le figurer beaucoup plus grand et posé avec affectation sur l'oreille pour se faire une idée des jeunes cabecillas que je rencontrai en descendant de voiture. J'examinais avec curiosité ces spécimens de carlistes, et, promenant mes yeux sur la foule, je vis plus de cinquante soldats dont le béret indiquait les mêmes sympathies politiques. Je ne sais quel désir de voir arriver les soldats de don Alphonse XII s'empara de nous, et nous allâmes visiter une grande église en face de la maison de ville. Nous étions tombés de Charybde en Scylla et nous étions au milieu de plusieurs centaines de carlistes qui 'écoutaient avec ferveur une messe basse célébrée en l'honneur de leur délivrance. Ils nous regardèrent avec une bienveillance pleine de charité chrétienne, mais nous avons cru plus prudent de nous diriger à travers la foule vers l'entrée du village.

Quelle foule ! Les soldats carlistes plaisantaient avec les jolies Navarraises, et les officiers de don Carlos conduisaient de charmantes senoritas pour leur faire voir les prisonniers. Ces jeunes officiers de don Carlos étaient presque tous de grands et beaux gaillards revêtus d'uniformes qui ne connaissaient encore ni la poussière des grand routes ni les pluies d'orage si fréquentes en Navarre. Ils parlaient très haut et leurs sabres résonnaient sur les méchants pavés de Viana, tandis que la population les regardait avec admiration. Quelques-uns de ces défenseurs du droit divin avaient des tuniques et des galons qui établissaient, d'une façon incontestable qu'ils avaient été officiers espagnols avant d'être carlistes. Quand un visage un peu étranger passait au milieu de cette cohue, les causeries cessaient et tous regardaient l'intrus.

Il était rare quand on n'entendait le mot de « guiris »; cette parole, dans la bouche d'un carliste, peut prendre toutes les significations qu'on voudra; mais en général, elle n'est appliquée qu'aux maudits libéraux! Vers neuf heures, la foule commença là se porter sur la route de Logrono. J'hésitais quand un jeune officier de lanciers carliste me dit avec le plus pur accent parisien : « Vous ferez mieux d'aller dans la direction du cimetière. » Je ne tardai pas à entamer une longue conversation avec le jeune cabecilla, qui portait trois galons d'or et la boina des Navarrais. Il nous montra une déférence toute particulière, et ne se sépara de nous qu'au moment où la colonne alphonsiste parut sur la route de Logrono.

J'en compris le motif plus tard, car nous étions entourés de cent et quelques officiers carlistes, de beaucoup de curés venus d'Estella, d'une foule peu bienveillante pour les étrangers et les libéraux. Plusieurs officiers carlistes ne cessèrent de s'interposer ainsi pour éviter à leurs hôtes les inconvénients d'un fanatisme sans égal. J'ai vu passer les fils de bien des cabecillas. Le fils de Mendiri et celui d'Ollo n'ont cessé d'accompagner les officiers alphonsistes, et le soldat carliste montrait une déférence toute particulière pour ses chefs. Nous avons reconnu bien des hommes les plus marquants da carlisme. Le marquis de Valdespina, avec les insignes de sa surdité. car il ne broncherait pas devant un coup de canon, marchait tout près de M. le marquis de Villadariad, un nom assez connu sur nos boulevards. Un peu plus loin on voyait des officiers de toutes les armes et les carlistes avaient résolu de nous persuader qu'ils avaient des artilleurs, car les uniformes de quelques spécimens de ce corps n'avaient sûrement jamais été portés avant le 16 juin 1875.

Vers dix heures, la foule commença à se porter vers la route de Logrono. La colonne des « Guiris » venait de paraître, et la foule recula pour laisser passer une dizaine de cavaliers, qui ne s'arrêtèrent que devant la maison où les attendaient les commissaires carlistes. Le colonel alphonsiste suivit le jeune Mendiri, et leur conférence dura plus d'une heure. Il fut convenu, que l'échange des prisonniers aurait lieu en face du cimetière de Viana. Une escouade de cavaliers carlistes partit au grand trot pour dégager les abords de la plaine. On vit alors un spectacle fort curieux. Les troupes libérales vinrent se déployer en ligne sur un des côtés d'un vaste champ. Les officiers de don Alphonse XII partirent au galop vers le milieu de la prairie, où ils s'arrêtèrent devant une table flanquée de six chaises.

Au même instant à peu près, cinq cents soldats carlistes arrivèrent au pas gymnastique et se déployèrent, tandis que la musique du 6e de Navarre jouait une jota aragonaise. Immobiles comme des statues, les officiers alphonsistes attendirent tout le temps qu'il plût au colonel carliste de nous démontrer la parfaite discipline de ses soldats. Trois officiers carlistes se détachèrent de leur ligne et ils vinrent saluer l'épée nue à la main les délégués. On mit pied à terre, et pendant quatre longues heures on discuta l'échange et on vérifia les conditions et les listes.

Un peintre eût aimé à reproduire ce bizarre tableau. Il aurait sans doute mis au fond de sa toile la colline et le village de Viana avec une foule de paysans qui contemplaient les deux petites armées.

Il eût rendu mieux que je ne le puis cette foule de paysans qui se refusaient sourdement à conserver l'alignement que lui imposaient les cavaliers carlistes. Dans la foule on apercevait les nombreux uniformes des soldats de don Carlos, et des groupes d'officiers parcouraient les lignes des deux camps. Quatre compagnies du 1er et du 6e de Navarre étaient déployées sur un côté du carré, en face de 400 jeunes soldats de la réserve de Ronda. Les lanciers du 1er de Navarre étaient déployés en face des hussards de Pàvia.

Ce qui eût peut-être scandalisé toute autre armée que celle du pays, c'était le spectacle des offieiers carlistes et alphonsîste se promenant dans la plus parfaite des harmonies. On se racontait qu'on avait été à l'école militaire ensemble et l'on causait de Madrid ou de mille souvenirs communs. Il y avait pourtant dans ces groupes des officiers carlistes qui avaient déserté leurs régiments dans l'armée nationale. Il y avait dans la carré d'honneur quelques jeunes filles et des femmes d'officiers, qui plaisantaient avec les jeunes cabecillas.

On peut dire que tout se passa fort bien jusqu'au moment où parurent les prisonniers venus d'Estella. Alors il se passa un phénomène étrange : les groupes se dispersèrent, les officiers carlistes reprirent leurs chevaux, et les quelques chefs alphonsistes se rapprochèrent de leurs soldats. Les visages devinrent tristes et froids. Pourquoi ?

Six cent soixante-seize soldats et quatorze officiers défilèrent lentement pour aller se placer derrière les compagnies de la réserve de Ronda.

J'ai vu des spectacles bien tristes dans les guerres franco-prussiennes, mais rien de plus écœurant que le défilé des prisonniers libéraux. Les officiers étaient dans un état pitoyable, mais les soldats nous étonnaient. Les premiers qui défilèrent furent les carabiniers pris par Perula à Calahorra, en août 1874. Ensuite les prisonniers de Lacar passèrent.

Il est difficile de se faire une idée de ces traits abîmés et de ces vêtements en haillons. On se demandait si ces hommes avaient pu être les soldats du second corps. Ea face d'eux, gais et robustes, passaient les prisonniers carlistes, à qui les autorités militaires avaient donné même des habits neufs. Il est presque difficile da croire que les Navarrais osèrent insulter leurs malheureux prisonniers. Don Carlos a commis une faute énorme quand il a permis aux fanatiques d'Estella d'insulter les prisonniers libéraux. On voyait à l'attitude embarrassée des officiers carlistes combien ils se sentaient mal à l'aise devant ces prisonniers qui accéléraient le pas pour gagner plus vite la ligne libérale. A peine rangés devant les soldats de la réserve, les prisonniers arrachèrent leurs bonnets et leurs couvertures pour les déchirer en morceaux.

Les soldats les aidaient, et ces pauvres malheureux paraissaient joyeux quand ils eurent détruit les insignes de leur pénible captivité.

Les formalités de l'échange ne se terminèrent pas avant six heures du soir, si bien que beaucoup de libéraux se demandèrent si les carlistes n'avaient point essayé de forcer les libéraux à conduire leurs prisonniers à Logrono après le coucher du soleil.

En effet, les officiers du roi Alphonse XII ne purent arriver au pont de Logrono avant sept heures et demie du soir. L'entrée ne fut pas moins brillante malgré ce retard, et les prisonniers furent acclamés hier soir. Les habitants de Logrono leur ont donné bien des marques de sympathie, et les officiers ont offert un banquet aux chef qui avaient été si longtemps prisonniers de l'ennemi.

Les carlistes ont attaché une grande importance à cet échange de prisonniers, et plusieurs officiers de la faction disaient hier à Viana qu'ils se considéraient comme de vrais belligérants. Le ministère de M.
Canovas del Castillo a cru nécessaire de céder aux instances des parents de ces prisonniers ; mais les échanges de la la Catalogne, du centre et de Viana ont été accomplis avec des formalités et des concessions qui ont permis aux carlistes de revendiquer plus que jamais leurs prétentions de belligérants. Ils signalent à tout le monde les termes de leurs conventions d'échange et les procédés que les généraux alphonsistes ont dû employer. Ils oublient pourtant de constater que les généraux Quesada et Martinez Campos ont dû faire des concessions sur ce terrain pour sauver les prisonniers d'une mort presque certaine.

L'échange s'est terminé d'une façon satisfaisante pour les deux partis, et les six cent soixante-dix prisonniers ont été rendus à leurs familles. Il y a eu dans les rues de Viana, tout comme dans les rues de Logrono, des scènes fort touchantes.

Quand on laisse de côté les haines religieuses et les passions de parti pour contempler ces humbles émotions de pauvres paysans navarrais ou libéraux étreignant sur leur poitrine l'enfant qu'ils ne croyaient plus revoir, on ne peut pas ne point maudire la guerre, ci vile. J'ai contemplé quelques scènes bizarres et touchantes à la fois. Il y a, dans le fond de la nature humaine, de ces élans et de ces dévouements qui font fléchir les vieux soldats les plus endurcis. J'ai vu hier une vieille paysanne venue du fond des Amescoas, et quand les prisonniers ont passé, elle pleurait silencieusement au bord de la route. Elle demanda où était son fils unique et le délégué carliste n'osa lui dire qu'en face du nom, sur sa feuille, était le mot : mort. Cette mère dut retourner seule à son village, là-bas dans la montagne. De même j'ai vu à Logrono un vieil officier accouru de l'Estramadure pour voir son fils absent et prisonnier depuis onze mois. Le vieux soldat embrassa ce grand garçon de dix-neuf ans, et tout-à-coup, l'instinct du sang lui fit pousser une exclamation terrible en entendant la toux creuse et sinistre du jeune sous-lieutenant : « Enfant ! comment tousses-tu! » Son fils revenait poitrinaire des prisons d'Estella. Ce sont des spectacles qui font plus de mal que les combats de la guerre civile, et pourtant la race espagnole est si bien douée d'insouciance que les prisonniers et leurs familles semblent à peine éprouver quelque rancune contre leurs geôliers d'Estrella.

Tous ces prisonniers sont partis pour de longs congés, et l'opinion générale est que les hostilités vont reprendre. Le général Quesada a télégraphié aux officiers d'état major l'ordre de rentrer à Tafalla le plus vite possible. Les troupes alphonsistes vont se replier sur les bords de l'Ebre, après avoir laissé des garnisons dans les forts du Carrascal et du Mont-Esquinza.

On suppose qu'un choc aura lieu avant huit jours, et il semble fort opportun pour détruire les mauvaises influences des échanges de prisonniers, et surtout les effets d'une inaction prolongée.

AGUILAR.

La fabricación de gaseosas y sifones en Viana

Título: La fabricación de gaseosas y sifones en Navarra


https://revistas.navarra.es/index.php/CEEN/article/view/191






Eduardo Gancedo e Ibarrondo

Título: Eduardo Gancedo e Ibarrondo
Auto: Antonio Astorgano Abajo
Fecha consulta: 20/09/2023
Fuente: Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico



Gancedo e Ibarrondo, Eduardo. Viana (Navarra), 10.XI.1878 – Madrid, 25.III.1953. Fraile paúl (CM), misionero, historiador, moralista del Nacionalcatolicismo.
Como aclaración previa, se da la circunstancia de que existió un sacerdote salesiano homónimo y casi coetáneo, lo cual provoca confusión. Nuestro biografiado era fraile de la Congregación de la Misión (Padres Paúles) y solía firmar como “Eduardo Gancedo (C.M.)”.
Sus padres fueron Lázaro y Alfonsa. Entró en la Escuela Apostólica (colegio-seminario donde se cursaban las Humanidades) de los padres paúles de Tardajos (Burgos) en 1893, donde solo estuvo dos años. Ingresó en la Congregación de la Misión (PP. Paúles) el 6 de febrero de 1896, para estudiar dos años de noviciado, tres de Filosofía y cuatro de Teología, siempre en la nueva casa de la calle García de Paredes nº 45 de la capital de España.
Fue ordenado sacerdote el 18 de marzo de 1905, siendo destinado inmediatamente a Filipinas, a donde llegó en diciembre del mismo año. Allí permaneció por espacio de más de veinticinco años enseñando con lucimiento y competencia en varios seminarios diocesanos, como los de Jaro, Vayán y, por último, en el Seminario de San Carlos de Manila (desde 1927). En 1932 regresó a Madrid y trabajó en misiones y predicaciones, hasta 1936, año en que fue trasladado a Pamplona, según resume la anónima necrológica. Por lo tanto, pasó los turbulentos tiempos de la Segunda República redactando la historia de Viana y en labores pastorales en las misiones interiores.
El P. Gancedo pasó relativamente tranquilo la Guerra Civil en Pamplona, donde permaneció entre 1936 y 1941, año en que volvió a Madrid, destinado a la comunidad de la calle García de Paredes, tomando parte en las misiones celebradas desde 1941 a 1950, en cuya época ya empezó a resquebrajarse notablemente su salud, quedando totalmente incapacitado para el trabajo en el verano siguiente (1951), posiblemente por un ictus cerebral.
Intelectualmente participó en conferencias sobre diversos temas dogmáticos, morales, teología popular y lingüística. Colaboró en varios periódicos de Manila, Madrid y Pamplona y otras publicaciones misioneras.
Dentro de la obra publicada del P. Gancedo, se pueden distinguir dos etapas, separadas por la Guerra Civil de 1936-1939. En la primera predominan los escritos de Historia, publicados en Anales de la Congregación de la Misión, la revista orgánica de la Orden de los Paúles de España, fundada en 1893. En la segunda etapa, Gancedo acentúa su nacionalcatolicismo, al socaire del primer franquismo.
Durante la Segunda República combina los estudios históricos sobre su pueblo natal (Recuerdos de Viana, 1933) con el adoctrinamiento apologético del catolicismo tradicional en Cuestiones de interés para un católico del siglo XX (dos ediciones en 1935).
Después de la Guerra Civil (1936-39), Gancedo fue un relevante vocero del nacionalcatolicismo reinante por diversos medios. Continuó predicando algunas misiones populares hasta 1951, e intensificó sus publicaciones, a veces al lado de significados ideólogos franquistas, como Eugenio D’Ors y José María Pemán, apostillando una conferencia del gaditano, Discurso de la consolación de los ciegos (el Espíritu Santo y la vida interior): conferencia pronunciada el día 20 de junio de 1943, en la Jefatura de la Organización Nacional de Ciegos.
El P. Eduardo se apuntó a la defensa del idioma español, exaltando su opulencia, como elemento esencial de la unidad de España, reeditando ampliado el folleto El jándalo Berlina (1943).
Retomó el anterior adoctrinamiento del título Cuestiones de interés para un católico del siglo XX (1935), para adaptarlo a la “España Nueva” franquista, en Cuestiones de interés para la España Nueva: ¿Quién eres tú?, ¿De dónde vienes?, ¿Adónde vas?, ¿Por dónde vas?, ¿Con quién vas?: respuestas amenas y sin vuelta de hoja al precedente cuestionario, que entre 1941 y 1942 tuvo cuatro ediciones. Sin duda su mayor éxito editorial.
Gancedo se convirtió en uno de los teólogos moralistas populares del primer franquismo con su Jesús, María y José. Teología Popular (1944), donde recoge siete conferencias de cultura religiosa.
La temática navarra del P. Gancedo se limita a su natal Viana, sobre todo en Recuerdos de Viana (1933, reeditada en 1934 y 1947), una importante obra donde recopiló toda la historia de la ciudad, desde sus orígenes en el Medievo, hasta la fecha de publicación, haciendo hincapié en los testimonios y costumbres de la localidad. Sus datos han sido casi la única fuente de información escrita para conocer el pasado histórico y artístico de la ciudad de Viana.
A juzgar por la necrológica, el misionero P. Gancedo gozaba de prestigio dentro de la Congregación de la Misión de los PP. Paúles, por su labor pastoral, por la amenidad (“chispa”) de sus escritos y por su buen talante personal.
Resumiendo, el P. Gancedo Ibarrondo fue un peculiar fraile paúl, nostálgico de su Viana natal, que vivió sinceramente su vocación de misionero popular, y que exacerbó la ideología tradicional del nacionalcatolicismo durante el primer franquismo, en el que se sintió cómodo.

Obras:
  • “Biografía de Sor Simona Oroz y Mina, 1826-1901”, en Anales de la Congregación de la Misión, 22 (1914), págs. 411- 438; 
  • “Los PP. Paúles en Filipinas, 1862-1924”, en Anales de la Congregación de la Misión (1924), págs. 326 y ss.; 
  • Recuerdos de Viana o Apuntes históricos de esta muy noble y muy leal ciudad del reino de Navarra, Madrid, Gráficas Halar, 1933; 

  • Cuestiones de interés para un católico del siglo XX, Madrid, Imp. Luz y Vida, 1935; 

  • Cuestiones de interés para la España Nueva, Madrid, Imprenta y Litografía Juan Bravo, 1942; 

  • El jándalo Berlina, por el idioma castellano, Madrid, Imprenta y Litografía Juan Bravo, 1943;

  • “Apostillas”, en J. M.ª Pemán, Discurso de la consolación de los ciegos (el Espíritu Santo y la vida interior), Madrid, Gama Artes Gráficas, 1944; 
  • Jesús, María y José. Conferencias dogmático-morales, Madrid, Gráficas Uguina, 1944; 
  • Teología popular: Dios y su familia. Ocho conferencias en torno a la Santísima Trinidad y a las personas de Jesús, María y José, Madrid, Teología Popular, 1948.
 

Bibl.:   Anónimo, “Necrológica: P. Eduardo Gancedo”, en Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, 58 (1953), pág. 135; F. Espiago, 100 Años de Historia. Historia de la Casa Central de la Congregación de la Misión (PP. Paúles) de la Provincia de Madrid, 1875-1975, Madrid, La Milagrosa, 1976; M. Olabuénaga, “La Congregación de la Misión en la España de la Restauración (1875-1931)”, en Somos vicencianos, 30 de marzo de 2021 [en línea], disponible en http://vincentians.com/es/historia-abierta-de-la-c-m-en-espana-1704-2000.

Simona Oroz y Mina

Título: Simona Oroz y Mina
Auto: María Pilar Maeztu Sanz, HC
Fecha consulta: 20/09/2023
Fuente: Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico

Oroz y Mina, Simona. Orradre (Navarra), 22.X.1826 − Viana (Navarra), 3.III.1901. Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl (HC), promotora de obras benéfico-sociales y educativas, mediadora en favor de la paz en la Segunda Guerra Carlista.

Hija de un matrimonio profundamente religioso, José María y Mariana, agricultores de oficio y con una buena situación económico-social. Su hermana Francisca fue asimismo hija de la Caridad, mientras que María Ángeles fue carmelita descalza; su hermano Romualdo fue sacerdote.
En 1839 sus padres la llevaron al Colegio-Internado La Inmaculada de las hijas de la Caridad, en Sangüesa, próximo a Orradre, para que perfeccione su formación religiosa y cultural. En 1843, ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad, en Madrid. Al año siguiente fue enviada al cuidado de los niños de la inclusa de Madrid. Y entre 1845 y 1857 continuó sus estudios en el Colegio de Sangüesa, obtuvo el título de maestra y fue nombrada directora del colegio. Preparó cursos formativos para jóvenes y para personas mayores de Sangüesa, en horas no lectivas. En 1858 reorganizó el Colegio de Sos del Rey Católico.
El 16 de noviembre de 1859 llegaron a Viana cinco hijas de la Caridad, en respuesta a la petición del Ayuntamiento de la ciudad. Una de ellas era sor Simona. Se instalaron en el Convento de San Francisco, abandonado y en su mayor parte en ruinas. Ocupado por las tropas en la Guerra de la Independencia, posteriormente sirvió de fortaleza durante la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Las hermanas iniciaron su recuperación. El Convento comenzó a tener nueva vida. En 1862 sor Simona creó una escuela dominical para que los jóvenes, en los días festivos, pudieran tener entretenimientos alegres y formativos, como representaciones dramáticas, diálogos, juegos y cánticos, con gran éxito. También atendían las necesidades de ancianos y enfermos. En 1866, como responsable de la casa, sor Simona transformó el antiguo Convento en una inmensa casa habitable. Era una forma de dar trabajo a jornaleros en paro. Y previas las autorizaciones correspondientes, se instalaron en distintas zonas del edificio un hospital para veinticinco enfermos y una residencia para el mismo número de ancianos. Organizó la enseñanza y preparó una parte del edificio, totalmente aislado de los anteriores, para Colegio de Enseñanza. Antiguas alumnas suyas, de su época en el Colegio de Sangüesa, le pidieron que estableciera un internado en Viana para educar a niñas y jóvenes, entre ellas a sus hijas, en los valores morales, religiosos, sociales y culturales. Así, en 1878 se estableció el internado y, al mismo tiempo la enseñanza secundaria. Acudieron numerosas jóvenes de Navarra y de La Rioja.
También creó la Escuela de Educadoras. Organizó clases con horarios y enseñanzas especiales, para que en ninguna familia hubiera alguien que no supiera lo elemental de la escritura y de la lectura. En 1887 estableció la Escuela de Párvulos, lo que supuso una inmensa satisfacción para el pueblo. Pronto llegó a tener doscientos setenta alumnos.
Sor Simona observó que la iglesia de San Francisco de Viana, de gran valor artístico y muy deteriorada por los bombardeos de las guerras, estaba en peligro de desaparecer. Movilizó a autoridades municipales y provinciales y la iglesia se recuperó en todo su esplendor.
Intrépida, al estilo de santa Teresa, en una época en la que no había Seguridad Social, ni ayudas oficiales, en la que los recursos para sostener obras benéficas había que utilizarlos con exquisito cuidado, no dudó en acudir en persona a Madrid, y allí a los ministerios y al Palacio Real, después de haber leído, el día 11 de noviembre de 1877 en el Boletín Oficial, un anuncio por el que salían a subasta los bienes de la comunidad de las hijas de la Caridad de Viana, con los que a duras penas podían sustentar sus obras benéficas.
El Ayuntamiento de Viana no había podido convencer a las autoridades de Madrid de que tales bienes no eran de propiedad municipal, motivo de la subasta. La presencia de sor Simona en Madrid aclaró y solucionó el problema. Una Real Orden del 27 de septiembre de 1880 lo atestigua. Era tan alto su prestigio que en el canje de prisioneros de guerra en la Segunda Guerra Carlista, celebrado el día 16 de junio de 1875, en el que se intercambiaron, entre carlistas y liberales, mil setecientos cincuenta prisioneros, sor Simona Oroz Mina presidió el tribunal.
El 3 de marzo de 1901 murió sor Simona, hecho que causó una intensa conmoción en Viana. Los miembros de la Corporación Municipal en sesión extraordinaria, tomaron varias resoluciones, entre ellas nombrar a sor Simona Oroz Mina Hija Predilecta y Benemérita de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Viana, dedicarle una plaza, asistir en corporación a los funerales y entierro, y acompañarla desde el colegio hasta la iglesia con la banda municipal de música.
En marzo de 1927 fueron trasladados sus restos, con gran solemnidad, desde el cementerio a la capilla del Santo Cristo en la iglesia de San Francisco.



 
Bibl.: J. Mendoza, Sor Simona Oroz Mina. Centenario de su muerte, s. l., 1901-2001; E. Gancedo (CM), Anales de la Congregación de la Misión (Madrid), t. XXII (1914), págs. 411- 438; B. Pérez Galdós, Sor Simona: drama, Madrid, Librería de los Sucesores de Hernando, 1916; E. Gancedo, Recuerdos de Viana o apuntes históricos de esta muy noble y muy leal ciudad del Reino de Navarra, Madrid, Gráficas Halar, 1933.

Recursos que puede proporcionar Viana, 1814

Título: Varios itinerarios y estados de recursos de los pueblos de Viana, Alvelda, Nalda, Alverite, Rivafrecha, Villamediana, Oyón y Navarrete
Auto: José Rendon, ayudante 2º
Publicación: Cantón de Mañeru, Navvarra
Fecha: 20/03/1814




--- Trascripción del manuscrito ---
Viana
  • Casas: 724
  • Vecinos: 995
  • Molinos: 1
  • Caballerías
    • Mayores: 98
    • Menores: 84
    • Carros: 4
    • Carretas
  • Bueyes: 8
  • Ovejas: 850
  • Cabras: 
  • Cerdo: 
  • Fanegas de tierra sembrada: 3500
  • Prado: 
  • Cántaras de vino: 120.000
  • Monte: 
  • Fanegas de olivas: 600
  • Bosque: Tiene un Soto en la margen izquierda del Ebro
  • Fábricas y comercio: de aguardiente y vino
Con las setecientas veinte y cuatro casas van inclusas las de los cuatro Arrabales que tiene esta ciudad.
No hay tropas, Hospital ni Almacén de ningún Ejército, sólo una fábrica de Galletas para los Ingleses.
Esta Ciudad tiene dos pueblos subalternos que son Aras y Bargota, el primero que tiene ochenta vecinos y dista tres cuartos de legua; el 2º de ciento y cincuenta está a una legua.
Esta ciudad está situada sobre un terraplén o muro que por todas partes vendrán a tener unas diez y seis varas de altura y veinte de ancho, por su [ilegible] pueden formar de que menos tres Batallones; hay cinco Puertas por donde salir y a mas dos calles.
El principal comercio es de vinos.
Tiene dos parroquias con treinta beneficiados y un convento de San Francisco con algunos religiosos.
Hay un edificio o Casa Grande llamado el Castillo, se [ilegible] a varias habitaciones independientes las unas de las otras, y alquiladas a otros tantos vecinos.
Por el portal de San Juan se va a la fuente nueva de cuatro caños de donde se surten todos de agua. Hay a mas un buen pilón para las caballerías entre el camino de Mendavia y Los Arcos.
Tiene dos plazas llamadas de la Constitución y de los Toros. La 1ª es pequeña y de una figura irregular; pero la 2ª es cuadrada, y capaz de que formen sus cuatro frentes dos Batallones; otro puede formar desde esta por la calle Ancha de la Rúa hasta la primera plaza.
Por lo regular todas las calles son anchas, y medianamente empedradas pero hay poca policía.
En el día hay cinco fábricas de aguardiente en que se trabaja.
No tiene monte de donde traer leña, pues que el que había está talado y se surte de los pueblos inmediatos.
Hay dos tiendas de lencería.
No tiene relación alguna con Casas de la Reyna.
Dista del Camino Real para Burgos doce leguas y media.
Sitio de formaciones solo hay el de la Alberguería.
Del de Ágreda catorce leguas.
El Alcalde de esta ciudad es D. Benito Navarro

Desde Viana a Logroño una legua
Se sale por la Puerta de la Concepción, el camino va por el muro y desciende por una rampa bastante suave y sale por medio de huertas que hay de uno a otro lado, al llegar a una de estas que tiene un gran [ilegible] y distante de Viana un tiro de Logroño, se separa un camino que va a Moreda. Un cuarto de hora mas adelante de ese punto y dejando a uno y otro lado tierra de viñedo hay pequeño puente llamado de Pirizuelas, y está sobre un arroyuelo nominado de las Cuevas. Todo este camino es casi intransitable en tiempo de invierno para los carros, pues hay unos grandes atolladeros, en los cuales son pocos los que no se quedan. A veinte pasos se halla un camino sobre la derecha que va a Oyón, y veinte minutos mas adelante, a la izquierda el Corral Nuevo, por donde se une otro camino que viene también a Viana, pero que es malísimo aun para herradura.  Desde aquí empieza [ilegible] me por el camino hasta que andados veinte y cinco minutos se halla el pequeño Puente de las Cañas que está caído y servía para pasar mejor aquel terreno que es pantanoso. Enseguida hay que subir una cuesta de mal camino y en que se tarda ocho minutos. Al descenso de esta y sobre la derecha se une un camino que viene del pueblo de Oyón, desde este punto al Puente hay seis minutos, y este está sobre el Ebro y unido ya a la ciudad de Logroño.

Simón de Montoya. Estudio biográfico

Título: Estudio biográfico. Simón de Montoya
Fecha: 20/02/1891
Autor: Antonio Brea
Localización: El Estandarte Real. N. 24, marzo 1891
Fuente: Biblioteca Virtual de Prensa Historica







Insaculación en Viana

Título: Calendario de bolsillo - 1987 - Gobierno de Navarra - Insaculacion o sorteo de cargos públicos en la plaza del Coso de Viana
Autor: Gustavo de Maeztu
Fecha: 1935
Localización: Palacio de Navarra, Salón de Sesiones
Fuente: todocoleccion




Esta pintura al óleo sobre tela forma parte del conjunto de pinturas murales que Gustavo de Maeztu realizó en 1935 para decorar las paredes del Salón de Sesiones del Palacio de Navarra.
La insaculación consistía en la introducción en un saco o bolsa de cierto número de bolas, conocidas como teruelos o redolinos, en cuyo interior se colocaba un pergamino o papel que contenía el nombre de una persona; posteriormente, se efectuaba la extracción o acción azarosa de extraer un determinado número de teruelos con el fin de asignar un oficio público a las personas cuyos nombres salían elegidos. 
Esta forma de elección de cargos municipales procedía de la Corona de Aragón y comenzó a usarse en Navarra en la segunda mitad del siglo XVI.


Otras referencias


La organización municipal de Navarra en el antiguo régimen (1512-1841)
El sistema inseculatorio y su relación con Aragón











Villageois du Royaume de Navarre, 1815

Título: L'Espagne et le Portugal, ou moeurs, usages et costumes de habitans de ces royaumes.  Tomo 4
Autor: Breton de la Martinière, Jean-Baptiste-Joseph, 1777-1852
Fecha: 1815
Fuente: Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico


Los 6 volúmenes están disponibles en Biblioteca Digital Hispánica BDH http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000000441

Trajes de navarros en 1794

Título: Colección de trajes que usaron todas las naciones conocidas hasta e siglo XV. Diseñados por el gran Ticiano Vecellio y por Cesar su hermano.
Autor: Ticiano Vecellio,
Fecha: 1794
Fuente: Bibloteca Digital Hispánica