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Viana vista por Mellado, 1849

Título: Recuerdos de un viage [sic] por España.
Autor: Francisco de Paula Mellado
Año: 1849
Fuente: GoogleBooks o Biblioteca de los Museos. MECD.
Vista de Logroño
Capítulo XV. Navarra - Viana - Los Arcos - Estella
[...] Viana es ciudad poco notable situada en una colina, y dominando una llanura, en la que pastan multitud de ganados lanar y vacuno, y que produce vino en abundancia, aceite, granos, legumbres y otros frutos. Es del obispado de Calahorra, y del partido judicial de Estella, hay dos parroquias, un hospital, un ex-convento y los restos de un antiguo castillo de la edad media, y cuenta dos mil ochocientas tres almas. Aunque Viana es de remoto origen, no abunda en recuerdos históricos como otras mil poblaciones menos importantes; sin embargo, el haber sido elegida en 1423 para capital de un principado compuesto de varios pueblos, que el rey de Navarra don Carlos III el Noble erigió en 26 de enero del mismo año en las Cortes de Olite, en favor de su nieto primogénito don Carlos y de todos los que en adelante fuesen sucesores de la corona de Navarra, muestra la estima que de Viana hacían sus reyes. Nuestra estancia en esta ciudad fue de un día, que pasamos sin saber que hacer, porque no llevando recomendación ni visita alguna, no teníamos con quien hablar, mas que con nuestro posadero, hombre recio, brusco y amigo intimo del porrón, del que no se apartaba un instante. Sin embargo, merece aquí una honorífica mención, pues enriqueció nuestros apuntes de viaje con la siguiente historia que nos refirió, al preguntarle Mauricio a quien pertenecía un vetusto caserón desierto y herméticamente cerrado, que al frente de nuestro alojamiento, se alzaba grandioso y sombrío.
—En el mismo año que ahorcaron al rey de Francia, dijo nuestro huésped contestando a la pregunta de mi amigo
—Que guillotinaron querrá vd. decir, interrumpió Mauricio.
—Para mi es lo mesmo, replicó el patrón, murió don Saturnino Peralta, caballero excelente, y sobre todo cristiano viejo, el que no dejó hijos, porque nunca había sido casado.
—Esa no es razón para no tenerlos, volvió á decir Mauricio.
—¿Quieres callar? le dije yo.
El posadero dio un detenido beso a su porrón y continuó sin alterarse.
—La justicia tuvo que guardar las llaves de esta casa, disponer el entierro de don Saturnino, y administrar sus muchos bienes hasta saber quien era el heredero que debía ser su dueño. Así se pasaron bastantes años, y el mismo en que se acabó la guerra de la pendencia.
—De la independencia, dijo el inexorable crítico.
—Para mi es lo mesmo, contestó el narrador, y echó un nuevo trago. Como iba diciendo, en aquel mismo año llegó aquí una señora muy mayor, con dos hijas hermosas como la Virgen, y tomó posesión de la casa y bienes de don Saturnino, porque justificó que era su parienta, aunque en grado muy remoto. Aquella familia dio mucho que hablar en el pueblo, lo uno porque llegaron de noche sin que nadie las viera en dos literias.
— Literas querrá vd. decir.
—Para mi es lo mesmo, repitió el impasible cronista. En la una literia venia la señora, que después se supo llamarse doña Salomé, con su doncella, y en la otra las dos hijas, que como llevo dicho, eran muy guapas, y tenían de nombre Raquel y Esterita, nombres de santos nunca oídos en esta tierra, bien es verdad que ellas venían de muy lejos, muy lejos, de allá, de Inglaterra o América.
—¿En qué quedamos amigo, de cual de las dos partes venían las herederas de don Saturnino?
Humedeciendo otra vez su garguero con el suave licor, repitió el patrón su conocida muletilla, para mí es lo mesmo, por toda respuesta.
Nosotros supusimos vendrían de la América inglesa: y aquel continuó.
—Pues señor, lo que más chocó a los vecinos, fue que doña Salomé nunca iba a misa, es verdad que nunca salia de casa, ni nadie la veía, y solo recibía las visitas del médico, por lo que se supo que estaba enferma, pero no cual era su enfermedad. Por las criadas de la casa nunca se pudo saber nada, porque a doña Salomé no la servía ninguna otra más que la doncella que había traído de estrangis, y esta no hablaba cristiano. Por fin doña Salomé murió, pero tampoco pudimos verle la cara, pues el señor cura que le llevó el Viático entró solo en su alcoba sin permitir al sacristán que lo hiciera, aunque tenía buenas ganas. Cuando la llevaron a enterrar, contra la costumbre del pueblo, iba encerrada en el ataúd con tres llaves, de modo que nos quedamos sin el gusto de conocerla. Poco tiempo después, doña Raquel vimos que estaba mas encarnada de la cara que lo que acostumbraba, y al cabo de algunos meses dejó de salir de casa, se encerró en el mismo cuarto donde estaba la madre, y ya no se le volvió a ver, y corrió la voz de que se había vuelto loca. En esto vino la guerra de don Carlos y llegó aquí un destacamento de infantería de las tropas de la reina, mandado por un capitán joven y guapo mozo, que fue alojado en casa de doña Raquel. El primer día empezó a requebrar a doña Esterita, el segundo ella le dijo que también le quería, en fin, a los ocho días de estar aquella tropa en Viana, el alojado y su patroncita trataron de casarse. Ya había venido al capitán la licencia real y ya estaba todo corriente, cuando una señorita del pueblo llamada doña Fermina, que según decían estaba enamorada del capitán, y tenia envidia a la novia, le escribió a aquel una carta sin firma, en que le decía que todos los de la familia de doña Esterita tenían que morir de una enfermedad horrorosa y hereditaria, y que si quería convencerse de ello que entrara de pronto en el cuarto de la que llamaban la loca, y que lo vería por sus ojos. El capitán al principio despreció el aviso, pero luego le picó la curiosidad, e hizo lo que se le prevenía, y vio tales cosas que espantado escapó de la casa, se mudó a otra, retiró su palabra de casamiento, y dio en cortejar a la señorita del anónimo. Una noche al retirarse de la casa de ésta, le dispararon un trabucazo, y dos balas le agujerearon el morrión. Otra vez, también después de oscurecer, se llegó a él un pobre a pedirle limosna, y al tiempo de meter la mano en el bolsillo, tiró aquel de un puñal, y le hirió en un brazo aunque ligeramente. El pobre echó a correr, pero el capitán lo cogió, y vio asombrado que era la misma doña Esterita disfrazada, y tuvo la generosidad de dejarla libre. Al poco tiempo salió del pueblo el capitán, y se corrió la voz de que muriera en la batalla de Luchana. Entonces doña Esterita se volvió loca rematada; rompió los muebles, los tiraba a la cabeza de los que pasaban por la calle, quería ella misma matarse... en fin, la justicia tuvo que recogerla y enviarla a Zaragoza... para lo que el mismo alcalde con cuatro hombres robustos tuvo que entrar en la casa y todo se descubrió...
Aquí el cronista fatigado por tan larga oración, o impulsado por las frecuentes libaciones, se quedó dormido sobre la mesa en que se apoyaba. No pudimos menos de reírnos de este incidente, pero Mauricio mas impaciente o interesado en la conclusión de la historia, le sacudió fuertemente en el brazo diciéndole:
—¡Eh! buen hombre, acabe vd. el cuento antes de dormirse.
—Para mi es lo mesmo, respondió bostezando el buen navarro; pero ya he dicho que todo se descubrió.
—¿Pero qué fue lo que se descubrió?
—¿Pues no lo dije ya? se descubrió que doña Salomé, doña Raquel, doña Esterita, y toda su raza eran de judíos, judíos legítimos.
—¡Cómo!
—¿Pues qué, no sabe vd. que puede haber judío sin ser gafo, pero no puede haber gafo sin ser judío? —Nada podemos comprender de lo que vd. nos dice.
—En verdad que es bien extraño que corriendo vds. tanto mundo como dicen, y sabiendo tanto de letra, ignoren que todos los gafos descienden de aquel judío que escupió en la cara a N. S. J. C, en casa de Pilatos, y que esta espantosa enfermedad, es efecto de la maldición que Dios le echó a toda su posteridad.
—¿Y bien, que tiene que ver?..
—Que cuando entró el alcalde a buscar á doña Esterita, vió á la enferma que ya tenia comida casi toda la cara.
—Eso es horrible, ¿y doña Fermina?
—Doña Fermina se casó con el capitan.
—¿Pues no habia muerto en la de Luchana?
—Así se dijo aquí, pero no había sido él, sino otro del mismo nombre. Al dia siguiente salimos de Viana para internarnos en el pais y recorrer de él la mayor parte que nos fuese posible.[...]

Jean de Bonnecaze de Pardies

Título: Las peregrinaciones jacobeas. Tomo III
Autor: Luciano Huidobro Serna
Fecha: 1949-1951
Publicación: Madrid, Publicaciones del Instituto de España
Fuente: Biblioteca Digital de Castilla y León
Formato: Libro digital
Ficha
Tomo I, pag. 706-710 (digital 732) - El camino a su paso por Viana


Tomo III, pag. 762 - 763 (digital 781) - Autobiografía de Jean de Bonnecaze de Pardies
tomado de Melanges d'e bibliographie et d'Mstoire. Mr. l'atebe V. Dubarat. Tomo III, ¡p. 193-283. Pau 1898.

1951
1999

Sin dinero, ni saco de viaje, ni pasaporte, salió en 1738 de
noche antes que sus compañeros de peregrinación para esperarles
en un basque. Allí cambió su birrete por un sombrero,
no tenía zapatos e hizo a pie descalzo el camino desde Pamplona
hasta su vuelta a Logroño, donde una viuda movida a
compasión le dio un par de zapatos, que le sirvieron para
llegar hasta ver a su padre. Hizo, según dice, ciento ochenta
leguas descalzo.
En Roncesvalles la nieve le llegaba a la rodilla,, al salir de
esta montaña tuvo lluvia casi constantemente todo un mes,
lo que le costó una hemorragia por nariz y boca durante quince
días. Pero un peregrino italiano le sacó de este estado lastimoso,
causado según él por el saco, arreglándoselo de modo,
que se sostenía con ¡abrazaderas sin pasar' el orillo por delante
del pecho.
En Castilla, calado hasta los huesos se vio obligado a. dormir
en una barraca llena de agua y fango, dando tres sueldos
cada, uno para tener un zarzo y echarle sobre el barro y dormir
en él. Tiemblo, dice, al escribir esto acordándome del
frío que pasé aquella noche. Otra se refugió en un olivar, e
hizo tanto frío, que tuvieron que dormir los tres uno sobre
otro, y esperar hasta las diez de la mañana, sin haber podido
abrir la boea para hablar, y cuando logró hacerlo, le
parecía que se le iban a caer los dientes.
En Viana cerca de Logroño, extenuados de hambre y de
miseria los cuatro viajeros se distribuyeron cada uno por una
parte de la villa para pedir limosna, él tomó la calle mayor
para esperarles fuera de la población; y aunque lo hizo hasta
media noche ninguno apareció. Al amanecer partió solo, y
supo que habían tomado otro camino hacia Compostela, marchó
sin detenerse mucho, y llegó a Santiago un día antes que
ellos, de suerte que ya estaba confesado y comulgado, cuando
ellos llegaron.


Otras fuentes
[...] entre 1748 y 1749, Bonnecaze natural del pueblo bearnés de Pardies, lleva a cabo la peregrinación a Compostela. El relato que deja de la misma es bastante breve y forma parte de una autobiografía redactada en 1777 y titulada Testament politique du sieur Jean Bonnecaze, de Pardies, prêtre chapelain aux forges d'Asson, appartenant a M. d'Angosse, marquis de Louvie 54. [...]
Nous fimes douze lieues de chemin le premier jour. Nous étions a sept heures du matin à Navarrenx. C'est dans cette ville que j'achetai un chapeau pour trente sols et vendis mon béret pour douze sois: je n'avais qu'une mauvaise paire de souliers qui ne me servirent que jusqu'a Pampelune. Depuis lors, je marchai pieds-nus par tout le chemin jusqu'a mon retour a Logroño, ville de Castille, où une veuve, touchée de compassion, m'en donna une paire qui me servirent pourr arriver chez mon père. Je fis au moins cent-quatre-vingts lieues, pieds-nus. (Manier, Bonnecaze y Caumont, 2001: 188)

Felipe II pasa por Viana (1592)

Título: Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592
Autor:  Cock, Enrique
Fecha: 1879
Editor: Imprenta y fundición de M. Tello. Madrid
Fuente: Biblioteca Digital de Castilla y León
Formato: Libro digital y PDF
Ficha

Felipe II llega el 15 de noviembre de 1592 y se marcha al día siguiente
Los días que estuvo Su Mag en Logroño lluvió de continuo, por lo qual uvo pocas fiestas, sino fué sola una encamisada la noche que vino. Salió pues luego el domingo siguiente, á quince, dia de Sancto Eugenio, despues de comer, y vino nuestra guarda de sus arrobales en la ciudad y passó con Su Mag la puente de Ebro, y un rato adelante se veen los mojones y límites del reyno de Navarra, de donde se volvieron algunos cavalleros de Logroño, y acabando con Su Mag legua y media de camino siempre en su seguimiento, venimos hazer entrada en Viana, primera villa del reyno, que se vee muy fácilmente desde Logroño, y quedando Su Mag en su palacio, fué la compañía adelante dos leguas de mal camino, y por ciertos barrancos y con harta obscuridad de la noche y niebla que sobrevino, vino á parar en parte donde havia tres pueblezuelos muy cerca el uno del otro, un poco apartado del camino real á mano isquierda, que se llaman Armiñanças y Torres, donde los más estaban aposentados por falta del negro aposentador, que dexava cohechar, segun despues se supo, y el dia siguiente aguardamos á Su Mag en el camino.
Viana, villa primera del reyno de Navarra, viniendo de Castilla, tiene hasta quinientos vezinos, poco más o menos, de gente rica, y es título de los primogénitos de los reyes de Navarra. A la entrada tiene una hermosa iglesia y un portal de linda fábrica, muy diferente que es Castilla, que alli no son tan curiosos; tiene ansí mismo muy lucido campanario. La comarca es de mucho pan y de grande abundancia de vino bueno y barato, que puede la bodega de Viana proveer á todo el reyno de Navarra en tiempo de necessidad, y vale aquí todo mas barato que en Castilla, porque no se puede sacar sin la expressa licencia de Su Mag. Hízose en ella á Su Mag y á Su Alteza buen recibimiento, y á la entrada de la puerta estaban pintadas las armas reales de Navarra, que es un cercado de cadenas, de colorado el campo y la cadena de oro, que en tiempo passados tomaron por armas estos reyes, quando acontesció la batalla de las Navas de Tolosa en Sierra Morena, donde el rey de Navarra rompió el cercado de cadenas en que los moros defendian á su Miramolin.
Lunes, á dies y seis de noviembre, comió Su Mag en el camino y hizo quatro leguas desde Viana a Los Arcos [...]

Otros ejemplares
Felipe II, durante su estancia en Viana, promulgó la ley "Que los clérigos no puedan beneficiar minas"
Porque de beneficiar minas los clérigos y religiosos, demas de ser cosas indecentes en ellos resultaría escándalo y mal ejemplo. Encargamos a los prelados que no consientan ni permitan, castigando con rigor y demostración a los que contravinieren.
Tomo I. Título 12. De los clérigos. Ley IV